La guerra había reducido a la población
a casi un tercio. Aun así, las pocas ciudades que quedaban no podían albergar ni
mantener a los supervivientes. Algunos se aventuraron a las “zonas prohibidas”,
exponiéndose irremediablemente a la fatal contaminación y radiación.
La
única solución factible era el éxodo planetario. Desgraciadamente, el planeta
más próximo no era apto para la vida y terraformarlo duraría demasiado. Se
rechazó esa idea, en primera instancia. Por lo tanto, el Consejo Supremo vio
como alternativa el viaje interestelar. Aun conociendo la existencia de
sistemas planetarios extrasolares, se desconocían muchos datos de ellos.
No obstante, había un sistema a unos
cinco años luz de distancia. Tenía una estrella similar a la suya y, si los
cálculos nos les fallaban, había al menos ocho planetas de tamaño medio a
grande, y otros planetas enanos. El Alto Comisionado Científico concluyó que había
que mandar una sonda para investigar y, según los datos que les mandaran,
enviar una expedición tripulada. Después, las dos o tres generaciones
siguientes trabajarían y se sacrificarían por el futuro de su propia especie.
Tras una larga espera, llegó un primer informe
de la sonda a los ordenadores del Comisionado, en el cual se leía:
Resultado positivo:
- Dos planetas medianos (P1 y P2) en zona de habitabilidad solar.
- P1: más cercano al sol, presenta atmósfera, posiblemente
habitable.
Los científicos, ahora animados, dirigieron
la sonda al planeta candidato «P1». Los ordenadores mostraron nueva información:
Tamaño: 0,01% < origen.
Superficie: 29% tierra y 71% agua.
*¿Proceder con análisis en superficie?
El Comisionado ordenó
a la sonda continuar. Ésta entró en órbita geosincrónica y se preparó para
continuar con el estudio. Expulsó la cápsula de investigación que, tras
activarse los retropropulsores, atravesó silbando la atmósfera al mismo tiempo
que frenaba para posarse suavemente sobre la superficie.
A continuación, elevó una antena y
lanzó una señal al receptor orbital, que servía de enlace transmisor con el
planeta base.
El programa seguía su curso. La cápsula
comenzó a enviar los primeros análisis:
Gravedad: 0,0053% < origen.
Presión
atmosférica: 0,0017 < origen.
Temperatura: 0,2% > origen.
Composición
atmosférica:
-
Nitrógeno: 780,840 partes por millón por volumen.
-
Oxígeno: 209,460 ppmv.
-
Dióxido de carbono: 352 ppmv.
-
Vapor de agua: 13,5 ppmv.
-
Argón: 9,34 ppmv.
(...)
El primer análisis era optimista: ese
ambiente parecía adecuado para la subsistencia.
Pero, justo antes de que se organizara
una primera expedición, los ordenadores recibieron más datos:
-
Monóxido de carbono: 427 ppmv.
-
Neón: 18,19 ppmv.
-
Helio: 5,26 ppmv.
-
Metano: 2,07 ppmv.
-
Kriptón: 3,09 ppmv.
-
Etileno: 1,96 ppmv.
-
Óxidos de nitrógeno nítrico: 35ppmv.
-
Sulfuro de hidrógeno: 19 ppmv.
-
Dióxido de azufre: 12 ppmv.
-
Ozono: 0,087 ppmv.
-
Partículas en suspensión no identificadas
(...)
Resignado, el Comisonado consideró que era
imposible el desarrollo de cualquier forma de vida con esa atmósfera tan
tóxica. Por lo cual, el Consejo Supremo estableció que se desviasen todos los
recursos disponibles a la terraformación de su planeta vecino. No quedaba más
remedio.
La cápsula terminó sus análisis finales
y comenzó a elevarse por el aire. El ruido del despegue quedó ahogado por los
motores de los vehículos de la carretera interestatal, la cual rodeaba la zona
industrial de un país desarrollado del planeta Tierra. Además, gracias a su
reducido tamaño, similar al de un balón de fútbol, pasó desapercibida para los
radares terrestres.
Mientras, los
científicos alienígenas observaron consternados la última señal recibida en los
ordenadores:
Informe sobre
el desarrollo de la vida en el planeta P1:
-
Resultado final: Negativo.
Nota: Este texto resultó ganador en el “I Concurso del Centro Juvenil El Sitio de mi Recreo de relato corto sobre ciencia ficción”.
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