* * *
Estamos llegando al final. Ya sólo me queda esta hoja. Por desgracia, aún hay mucho que me gustaría poder escribir, mas no dispongo de más papel en este cuaderno. En lo que me resta procuraré ser lo más breve posible.
La verdad, pensé que llegar
hasta aquí sería mucho más difícil de lo que aparentaba en un primer momento.
Eso sí, no es que haya sido tan perfecto como si de dar un paseo se tratase.
Todo lo contrario. Ha habido sus más y sus menos, un camino con sus pendientes,
tanto de subida como de bajada.
Quisiera hacer un pequeño
repaso de todo, comenzando desde el principio: la primera página. Mejor dicho: estrenar
el cuaderno. Fue lo más fácil de todo. Abrirlo, apoyarlo en la mesa y acariciar
la suave textura del papel blanco con los dedos. A continuación, coger la pluma
para empezar a escribir… eso ya costó un
poco más. Sin embargo, una vez que empiezas, ya no puedes parar. Es la norma de
todo escritor. Nunca pares de escribir en tu cuaderno, por mucho que te cueste,
aunque parezca que la tinta esté seca. No importa, limpia bien tu pluma y
cárgala de nuevo con tinta fresca. Deja que tu mano guíe este instrumento que
está escribiendo tu vida. Así, lograrás ir llenando página a página, día a día,
tu cuaderno.
Finalmente, hemos llegado a
la última página, la número 365. ¿Qué se siente tras haber plasmado en ellas tus palabras,
ideas y memorias? ¿Qué harás ahora? Yo
te lo diré: guarda este cuaderno en ese armario tan especial que tienes, saca
el siguiente cuaderno impoluto, carga con nueva tinta tu pluma y, ¡continúa
escribiendo!
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