martes, 3 de noviembre de 2015

Hace frío para dormir solo

         Era de noche, la luna llena estaba en lo alto del cielo. Me había despertado por algún ruido de la calle. Tras cerciorarme que estaba ahí fuera todo tranquilo al mirar por la ventana, me volví a acostar.
         Hacía más frío que de costumbre en esta época del año, así que me arropé hasta el cuello. Enseguida me dormí. El cansancio acumulado de días atrás pudo conmigo.

         Algo me despertó. Abrí los ojos, la poca luz que había en la calle era suficiente para ver mi habitación. Ahí estaba ella.
         —Cariño, no puedo dormir bien —susurró mientras se metía en la cama—. ¿Me dejas estar aquí contigo esta noche?
         Estaba petrificado, no podía creer lo que estaba presenciando ante mí. Ella no debería estar aquí. Intenté gritar, pero nada salió de mi boca.
         —Ahí —continuó diciendo tumbada a mi lado—, fuera, hace más frío que ayer. Y está todo mojado. Déjame sólo esta noche aquí. Vale, ¿cariño?
         Me miró y me dio un beso de buenas noches en la mejilla.

         Desperté sobresaltado. Encendí la luz. No había nadie alrededor. Estaba empapado de sudor, pero tenía frío. Me toqué la frente. Esperaba no haber pillado algo. ¿Qué es lo que pasó anoche? No lo recordaba bien. Sólo tenía una idea en mente, que debía hacer cuanto antes.

         Cuando llegué al lugar, vi a varios operarios trabajando. Parece que una tubería cercana se había roto y por el frío que hizo anoche se congelaron los charcos que se formaron en la superficie.
         La tumba de mi esposa estaba cubierta de hielo.


Nota: Participé con este relato en el “I Concurso de relatos de terror” del Centro Juvenil El Sitio de mi Recreo (Villa de Vallecas). Lo publico aquí para que lo lea quien quiera.

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