¿Por qué aún sigo con vida? El enemigo no
suele hacer prisioneros de guerra. Tal vez pronto me ejecuten. Nos quieren a
todos muertos.
¿Cuándo y cómo empezó esta guerra? Lo
recuerdo perfectamente. Todo comenzó en los primeros meses de 2039, con unos
cambios políticos a gran escala. Se promulgaron unas leyes en todos los países
del mundo civilizado. No nos lo esperábamos. Los grandes dirigentes políticos y
altos cargos militares no tenían interés en la prosperidad y seguridad de las
personas a las que debían servir. Al contrario, sus nuevas leyes fueron
impuestas con mano de hierro.
Control ciudadano, abolición de las
libertades individuales, ilegalizar los embarazos naturales aleatorios sin
control sanitario, incremento de los impuestos en todos los sectores, aumento en
la producción de armamento… Todo ello nos hacía sospechar —sólo a unos pocos, por
desgracia— que se avecinaba una nueva gran guerra. Mas, ¿contra quién? ¡Ah! Si
la gente nos hubiera hecho caso en ese momento, podríamos haberles hecho frente
y no haber sido casi diezmados. Pero el escepticismo y la resignación en aquel
entonces predominaban.
Fue triste —patético dirían algunos—
ver cómo el control de los medios informativos oficiales cegó a la inmensa
mayoría de la población. Tanto que no se dieron cuenta de lo que en realidad sucedía,
hasta que fue muy tarde. Los soldados entraron en los supuestos seguros hogares
de los ciudadanos y los sacaban a la calle. Eran o bien ejecutados allí mismo
o, si veían que podían serles útiles, enviados a fábricas o a campos de
concentración.
La Historia volvía a repetirse.
El enemigo había aprendido de nosotros
todo lo que le habíamos enseñado. Lo que no les habíamos mostrado, lo
estudiaron por cuenta propia. Fueron más listos que nosotros. Nos engañaron.
Les subestimamos y, lamentablemente, fue un grave error.