domingo, 6 de mayo de 2012

Perseguido sin motivo

     Desde hace una semana me sentía observado. Como si estuvieran vigilándome todo el día. Supongo que era bastante común en estos tiempos tener esa sensación de histeria por lo que estaba pasando en el este asiático. Aunque, era bastante improbable que el gobierno se dedique ahora a espiar a los maestros de instituto por si enseñan ideas antiamericanas o pro-soviéticas.


     Tras finalizar las clases, me fui en coche de vuelta a casa por la autopista. Mi casa se encontraba en las afueras, así que siempre tenía que hacer el mismo recorrido.
     Me percaté que un coche de color negro iba detrás de mí.
     Parecía que me seguían. Para comprobarlo, puse el intermitente y me cambié al carril derecho. El coche negro también lo hizo. Me empecé a poner nervioso. Justo cuando iba a tomar el desvío, hice un giro brusco y empecé a acelerar.
     Los demás coches casi se chocan, lo que provoca una retención. El atasco que he provocado me dará tiempo para ir a casa. Mi querida Karen puede que corriera peligro. Tenía que llegar rápido a casa. Pisé el acelerador a fondo.


     Tras dejar el coche en el garaje. Entré rápidamente en casa.
     —¡Karen! —grité—. ¿Estás en casa?
     Salió de la cocina
     —¿Qué pasa, Jack? —preguntó preocupada.
     Se lo conté todo. Al final, me preguntó:
     —¿Te han seguido?
     —Creo que no —contesté extrañado—. Pero eso no importa. Debemos irnos a avisar a la policía.
      —¿Irnos? —preguntó—. De eso nada. Esta vez no ha habido suerte.
      —¿Qué has dicho?
      —No obstante, esos estúpidos de la CIA piensan que eres tú el agente.
      —¿Pero qué es lo que dices? ¿Sabes lo que está pasando? —pregunté nervioso.
     —Por supuesto —respondió tranquilamente—. Soy una espía soviética. Mi misión era infiltrarme entre los americanos. En un pueblo que estuviese cerca de una base de las Fuerzas Aéreas.
      La escuchaba sin poder creer lo que decía. No entendía nada.
     —El azar quiso que nos encontráramos en aquella fiesta hará ya unos seis años. Sí, al principio fue una misión, eras parte de ella...Pero, al final ha sido algo más. Me caías bien. Es una lástima que todo se acabe.
      Me pegó un derechazo y una patada en el costado. Tumbado por el dolor, apenas reaccioné cuando la puerta de la calle se abrió de par en par. Varios hombres armados irrumpieron en el pasillo.
      De repente hubo un intercambio de disparos.


      —Ya veo —comentó el hombre calvo trajeado con gafas de sol—. Por favor, continúe señor Anderson.
      —Recuerdo ciertos fragmentos —dije obedientemente—. Cómo me llevaron arrastrando hasta un coche patrulla. La ráfaga de disparos que se produzco a continuación. La cara de Karen mirándome a través del cristal. Cómo me disparaba con un revólver. El asiento se empezó a llenar de sangre. Creí que iba a morir.
      Me incorporé en la cama del hospital. Me llevé la mano al estómago. Aún me dolía.
      —Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en el hospital.
      —Usted ha tenido bastante suerte, señor Anderson —me dijo el otro agente con bigote—. La bala entró y salió. Sin causar graves daños internos.
      —¿Suerte? —le repliqué—. Mi esposa resultó que era una espía rusa e intentó matarme. Por cierto, ¿Qué ha sido de ella?
      —Aunque no debería decírselo —empezó el calvo—, consiguió escapar a nuestros controles. Posiblemente ya haya huido a México y de allí intentará volver a Moscú.
      —Háganme un favor —les dije—. Atrápenla, pero no la maten. Tengo que saber la razón de que me escogiera a mí y porqué hizo lo que hizo. Después hagan con ella lo que quieran.
      —Yo contestaré por ella —respondió el del bigote—. Señor Anderson, usted no era más que un señuelo para poder infiltrarse en la base militar. No fue elegido por ninguna razón en particular. Cuando la conseguimos localizar, no podíamos seguirla a ella, ya que levantaría muchas sospechas. Por eso decidimos vigilar al marido. Nos sería más fácil capturarla así.
      —¿Quieren decir que lo que me ha pasado ha sido por azar?
     Asintieron con la cabeza. Suspiré y me recosté en la cama. Me esperaba una larga recuperación.


Nota: Este relato lo escribí para el II Premio literario Paperblanks de relato breve‏. No obtuve ninguna respuesta. Lo publico aquí para que lo lea quien quiera.