La estación espacial que orbitaba sincrónicamente con
Marte era el punto de inicio de la extracción minera del cinturón de
asteroides. Los robots eran los que explotaban los recursos de los asteroides.
Ya no era necesario mandar humanos a realizar esas arduas y peligrosas tareas.
Además, eran más fáciles de mantener y, supuestamente, más dóciles.
Los pocos trabajadores humanos que habitaban de forma
temporal la estación habían estado enviando, desde hace un año, unos informes
preocupantes a la Tierra.
En ellos se mostraba que ciertos androides no obedecían las
órdenes a la primera. Estaban cuestionando a sus superiores.
En teoría, todos los robots tenían implantadas en sus
memorias las Tres Leyes de la
Robótica.
¿Qué se les estaba ordenando para que dudasen a la hora de
hacerlo? Los técnicos humanos les mandaban a qué puntos del cinturón de
asteroides debían dirigirse y trabajar, para luego regresar con el cargamento a
la estación.
Los directivos de la compañía minera espacial no comprendían
que esto fuera un problema, no entraba en conflicto con las Leyes de la Robótica.
Se mandó a un equipo de ingenieros a la estación espacial
para que averiguase lo que ocurría.
El doctor John Smith era el que lideraba la misión. Era el
mayor experto en robótica que había.
Uno de los androides que estaba dando más problemas era
TK-201. Se cuestionaba todo, carecía de la lógica pura que presentaban sus
congéneres. Sus razonamientos desquiciaban a los técnicos, en especial al supervisor
jefe, Robert Calvin.
Para que TK-201 no diese muchos quebraderos de cabeza, le
tenían relegado a funciones de mantenimiento básicas: limpieza e higiene.
Cuando el doctor Smith y su equipo llegaron a la estación,
lo primero que hicieron fue analizar minuciosamente las unidades modelo TK. Tenían
la nueva IA basada en el aprendizaje y pensamiento creativo, muy adecuadas para
tareas científicas y de desarrollo tecnológico. No así para tareas de
construcción y minería como estaban destinados. Toda la serie 200 tenía un
factor común: las Leyes no estaban programadas de forma imborrable en su
software, las tenían memorizadas, grabadas. Es decir, podían, gracias a sus
nuevos procesadores, interpretarlas.
Se decidió de forma unánime enviar a todas las unidades a
la colonia minera de Marte. Allí serían reprogramadas y se les pondría un
procesador de la generación anterior. Se solucionaba así uno de los problemas.
El otro era TK-201. Este androide había sido capaz hasta de cuestionar las
Leyes, algo que no habían hecho ni siquiera los otros.
Robert y John estudiaron en profundidad el software de
TK-201. Se encontraron con algo sorprendente: la IA del androide había conseguido reescribir su
propia programación base. Estaba evolucionando. El robot tenía con sus propias
ideas, con un pensamiento propio que no tenía que seguir órdenes para llevar a
cabo una tarea.
El doctor Smith y Calvin llegaron a la conclusión de que
el androide podría representar un peligro para la continuidad de la misión de
la industria minera espacial. Por otro lado, podría ser un gran avance si se le
diera una oportunidad en otro campo que estuviese más acorde con sus
capacidades.
Tras unas horas de reflexión, acordaron en que lo mejor
sería que se fuese TK-201 con el equipo de Smith de vuelta a la Tierra.
La sede central estuvo de acuerdo, sería un gran empujón
del avance tecnológico. Se llevarían a cabo grandes logros de manera muy
rápida.
Así fue. Las nuevas generaciones de androides que iban
surgiendo eran cada vez mejores. Sus cerebros cibernéticos eran, en pocas
palabras, casi perfectos.
Hubo sectores de la sociedad que se alarmaron ante tales
hechos, sobre todo los grupos más conservadores. Esto no importó en el momento
en que la nueva serie TK-800 salió a la luz. Sus “mentes” estaban conectadas
entre sí. Eran una “mente colmena”. Esto les hacía poseedores de una nueva y
mejor inteligencia.
Pronto, el dominio del hombre y sus máquinas se extendió
por la galaxia. Habían encontrado una forma de viajar en que hasta entonces
sólo se había imaginado: por singularidades espacio-temporales artificiales.
Fue gracias a una mente peculiar, a las cuestiones que
hacía TK-201, que la raza humana consiguió viajar entre mundos de manera casi
instantánea.
Nota: Este texto lo envié al III Premio Opticks Plumier de Relato Corto. Como no obtuve ninguna respuesta, lo publico aquí.