Desde hace una semana me sentía
observado. Como si estuvieran vigilándome todo el día. Supongo que era bastante
común en estos tiempos tener esa sensación de histeria por lo que estaba
pasando en el este asiático. Aunque, era bastante improbable que el gobierno se
dedique ahora a espiar a los maestros de instituto por si enseñan ideas
antiamericanas o pro-soviéticas.
Tras finalizar las clases, me fui en
coche de vuelta a casa por la autopista. Mi casa se encontraba en las afueras,
así que siempre tenía que hacer el mismo recorrido.
Me percaté que un coche de color negro
iba detrás de mí.
Parecía que me seguían. Para
comprobarlo, puse el intermitente y me cambié al carril derecho. El coche negro
también lo hizo. Me empecé a poner nervioso. Justo cuando iba a tomar el
desvío, hice un giro brusco y empecé a acelerar.
Los demás coches casi se chocan, lo que
provoca una retención. El atasco que he provocado me dará tiempo para ir a
casa. Mi querida Karen puede que corriera peligro. Tenía que llegar rápido a
casa. Pisé el acelerador a fondo.
Tras dejar el coche en el garaje. Entré
rápidamente en casa.
—¡Karen! —grité—. ¿Estás en casa?
Salió de la cocina
—¿Qué pasa, Jack? —preguntó preocupada.
Se lo conté todo. Al final, me preguntó:
—¿Te han seguido?
—Creo que no —contesté extrañado—. Pero
eso no importa. Debemos irnos a avisar a la policía.
—¿Irnos? —preguntó—. De eso nada. Esta
vez no ha habido suerte.
—¿Qué has dicho?
—No obstante, esos estúpidos de la CIA piensan que eres tú el
agente.
—¿Pero qué es lo que dices? ¿Sabes lo
que está pasando? —pregunté nervioso.
—Por supuesto —respondió
tranquilamente—. Soy una espía soviética. Mi misión era infiltrarme entre los
americanos. En un pueblo que estuviese cerca de una base de las Fuerzas Aéreas.
La escuchaba sin poder creer lo que
decía. No entendía nada.
—El azar quiso que nos encontráramos en
aquella fiesta hará ya unos seis años. Sí, al principio fue una misión, eras
parte de ella...Pero, al final ha sido algo más. Me caías bien. Es una lástima
que todo se acabe.
Me pegó un derechazo y una patada en el
costado. Tumbado por el dolor, apenas reaccioné cuando la puerta de la calle se
abrió de par en par. Varios hombres armados irrumpieron en el pasillo.
De
repente hubo un intercambio de disparos.
—Ya veo —comentó el hombre calvo
trajeado con gafas de sol—. Por favor, continúe señor Anderson.
—Recuerdo ciertos fragmentos —dije
obedientemente—. Cómo me llevaron arrastrando hasta un coche patrulla. La
ráfaga de disparos que se produzco a continuación. La cara de Karen mirándome a
través del cristal. Cómo me disparaba con un revólver. El asiento se empezó a
llenar de sangre. Creí que iba a morir.
Me incorporé en la cama del hospital.
Me llevé la mano al estómago. Aún me dolía.
—Lo siguiente que recuerdo es que me
desperté en el hospital.
—Usted ha tenido bastante suerte, señor
Anderson —me dijo el otro agente con bigote—. La bala entró y salió. Sin causar
graves daños internos.
—¿Suerte? —le repliqué—. Mi esposa resultó
que era una espía rusa e intentó matarme. Por cierto, ¿Qué ha sido de ella?
—Aunque no debería decírselo —empezó el
calvo—, consiguió escapar a nuestros controles. Posiblemente ya haya huido a
México y de allí intentará volver a Moscú.
—Háganme un favor —les dije—.
Atrápenla, pero no la maten. Tengo que saber la razón de que me escogiera a mí
y porqué hizo lo que hizo. Después hagan con ella lo que quieran.
—Yo contestaré por ella —respondió el
del bigote—. Señor Anderson, usted no era más que un señuelo para poder
infiltrarse en la base militar. No fue elegido por ninguna razón en particular.
Cuando la conseguimos localizar, no podíamos seguirla a ella, ya que levantaría
muchas sospechas. Por eso decidimos vigilar al marido. Nos sería más fácil
capturarla así.
—¿Quieren decir que lo que me ha pasado
ha sido por azar?
Asintieron con la cabeza. Suspiré y me
recosté en la cama. Me esperaba una larga recuperación.
Nota: Este relato lo escribí para el II Premio literario Paperblanks de relato breve. No obtuve ninguna respuesta. Lo publico aquí para que lo lea quien quiera.